Nunca olvidarás el sonido del mar bajo la atenta mirada de la luna, una noche. Noche de jolgorio y alcohol, de estrellas boreales en nuestros ojos y cicatrices perfectas marcándose en los rincones más escondidos de ambos cuerpos. Nunca olvidarás las pasiones desenfrenadas, los susurros y los clímax en habitaciones viejas de hoteles de carretera. Hoteles que hablan por si solos, pues sus paredes de antaño, destartaladas y rancias, musitan miles de historias inmemorables. Y nunca olvides que mis sueños seguirán siendo sueños, siempre y cuando, tus palabras se hallen en ellos. Palabras que crean paisajes novelescos llenos de aparentes oportunidades, capaces de fundirse con el vaivén de la imaginación.
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